La fiebre es, junto con el dolor, el signo más frecuente de enfermedad tanto en el niño como en el adulto. Pero en la infancia adquiere una mayor importancia si cabe porque en los primeros años de la vida los síntomas manifestaciones subjetivas de enfermedad son menos valorables: el niño no suele comunicarlos, bien por falta de vocabulario o de expresividad. En cambio, durante esa edad los signos manifestaciones objetivas, apreciables por las demás personas, médico o familiares se alzan a primer término y entre ellos la fiebre es sin duda el más observado.
La fiebre en los recién nacidos
El ser humano es un ser homeotermo, esto es, que mantiene una temperatura corporal uniforme al margen de las variaciones térmicas del ambiente. La temperatura del organismo puede medirse o bien en la superficie cutánea, donde sí influyen, aunque levemente, las condiciones ambientales, o en alguna de las cavidades accesibles a la exploración: boca y porción final del intestino a través del ano. En la piel se considera normal una temperatura de 36,5°C y en las cavidades de 36,8-37°C. Estos valores son los denominados básales y corresponden a un organismo en reposo ya que el ejercicio físico, al aumentar la producción de calor en el interior del cuerpo, puede elevarlos ligeramente, no más allá de 4 ó 5 décimas si el ejercicio ha sido violento y prolongado.
Clásicamente la elevación de la temperatura corporal se divide en febrícula cuando no supera los 38°C; fiebre propiamente dicha, entre 38 y 40°C; e hipertermia o hiperpirexia por encima de los 40°C. Conocer esta división permitirá desde un primer momento una orientación diagnóstica. Aunque no siempre un mayor nivel en la temperatura del niño es índice de mayor gravedad en el proceso que padece, sí es verdad que la hipertermia debe poner sobre aviso de un cuadro de alto riesgo, mientras que a menudo la febrícula nos orientará hacia procesos subagudos o crónicos. De cualquier modo, los sistemas termorreguladores son inmaduros en la infancia, sobre todo en los períodos neonatal y de lactancia, por lo que ante un niño con fiebre debemos valorar tal signo siempre en relación con su edad.
Tipos de infección en los bebés
La causa más frecuente de fiebre es la infección, y la edad más proclive a las infecciones es la infancia por su menor capacidad inmunitaria y su más continua exposición al contagio en la convivencia escolar o familiar con otros niños. Así se explica que un niño, por otro lado perfectamente sano, padezca en sus primeros siete años treinta o cuarenta episodios febriles; incidencia que no se repetirá nunca más en toda la vida del individuo. Por tanto podemos asegurar que la fiebre será, con gran diferencia, el motivo más habitual de consulta pediátrica. Y muy a menudo será el único dato aportado por los familiares, quienes a veces ni siquiera tienen constatación termométrica sino sólo una apreciación más o menos objetiva. «El niño está caliente», «tiene destemplanza» o «está ardiendo» son frases que oímos los pediatras y con esa mera noción hemos de empezar nuestra investigación sobre lo que padece el pequeño paciente.
Fiebre por afecciones de garganta, nariz y oídos (O.R.L.)
La garganta y la nariz, como vías de entrada en el organismo de la mayoría de los gérmenes, se verán afectadas en una multitud de procesos infecciosos junto con el oído, órgano situado íntimamente en su vecindad. A este nivel existe un importantísimo anillo de estructuras linfáticas que ejerce de primer obstáculo a la diseminación microbiana o vírica mediante la fijación de tales agentes externos, su destrucción local en la mayoría de los casos, y el inicio en su seno de los mecanismos in-munológicos de defensa.
Las amígdalas, las adenoides y el resto de elementos de estirpe linfática sufrirán por ello fenómenos inflamatorios que a veces constituyen por sí solos toda la enfermedad. Todo este sistema linfático está fisiológicamente aumentado de tamaño durante la infancia, cuando mayor es su utilidad, y luego va disminuyendo aunque sin llegar a atrofiarse, pero teniendo menor protagonismo patológico.
Los procesos O.R.L. acompañados de fiebre más habituales durante la niñez son cuatro: faringoamigdalitis, adenoiditis, otitis media y sinusitis.
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