Consejos dormir para padres de recién nacido

El niño recién nacido pasa su horario casi de continuo dormido. Sólo despierta cuando el hambre o alguna incomodidad lo estimulan suficientemente. Los primeros días sentirá ganas de comer de forma irregular y seguramente no respetará un descanso nocturno que los padres desean y necesitan para ellos mismos al término de una jornada de trabajo acrecentado por la dedicación absorbente al nuevo miembro familiar. Muchos padres esperan que su hijo duerma seis o siete horas por la noche desde los primeros días de estar en casa y se desazonan cuando comprueban que no es así. De todos modos, la mayoría de los niños terminan por establecer un descanso nocturno de cinco o seis horas al cabo de un cierto tiempo. Pero otros seguirán durante meses recabando alimentación cada tres o cuatro horas día y noche.

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Mi recien nacido no duerme correctamente

En general los padres deben irse olvidando de sus propios horarios nocturnos con un recién nacido en casa. Aunque el niño no llore para reclamar su ración alimenticia, ellos estarán pendientes de cualquier ruido que proceda de la cuna y estarán en vilo tanto si el niño los hace como si no los hace imaginando que algo le sucede.

La mejor posición para el sueño del niño es la de decúbito prono, esto es, boca abajo aunque con la cabeza girada a un lado. De esta forma, si se produce durante el sueño algún vómito, lo cual no es infrecuente, no hay riesgo de atragantamiento. Puede aceptarse la postura de decúbito lateral (completamente de lado) en algunos niños que rechazan la anterior, pero nunca el recién nacido debe acostarse boca arriba.

La habitación del niño será durante los primeros meses la misma de los padres que así pueden vigilarle mejor y darle de comer en más breve tiempo. Algunas teorías educativas propugnan la separación entre padres e hijos, en habitaciones diferentes, desde el primer día alegando razones de higiene y de establecimiento precoz de hábitos de conducta. No estoy de acuerdo en absoluto con ellas: el recién nacido sigue siendo una prolongación de la madre y cuanto mayor contacto físico exista entre ambos —y también con el padre, que empieza a contar algo— mejor para todos.

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Eso sí, la habitación deberá estar suficientemente caldeada y se deben extremar en ella las medidas habituales de limpieza. La cuna es preferible que esté del lado de la ventana, porque los niños en esto son un poco como las plantas verdes, que se benefician de recibir la luz natural y hasta se comprueba que, acostados en su cuna, tienden a girar la cabeza hacia esa luz.

No es preciso buscar o guardar un silencio absoluto durante el sueño del recién nacido. Si bien deben evitarse los ruidos excesivos o violentos, la natural profundidad de ese sueño les permite mantenerlo en un ambiente normalmente sonoro. Es más, el niño poco a poco va adquiriendo su relación con el mundo que le rodea a base de escuchar, aun dormido, la distinta gama de sonidos que forman parte de la vida discurre su nueva existencia. En este aspecto, uno de los sonidos más importantes, despierto o dormido, es la voz de la madre que es la primera que identifica y que llega a hacérsele sedante y tranquilizadora.

Es importante para los padres mantener la calma y tranquilizarse, es una situación pasajera, y deben entender que acabara normalizando.

Quiere esto decir que al niño hay que hablarle aunque sepamos que no entiende el sentido de las palabras a él dirigidas. La voz tiene, efectivamente, además de un valor comunicativo por lo que dice, sin duda el principal de la voz humana, otro derivado de sus características puramente sonoras: timbre, tono, etc. La voz materna —que, además, el niño ha entreoído intrauterinamente durante nueve meses— adquiere así una importancia singular en los procesos de identificación infantil. El niño que llora desconsoladamente sin atender a los mimos del padre o de otro familiar se calla de inmediato a la voz, aun lejana, de la madre. Esto lo saben instintivamente las mujeres, que encuentran ellas mismas un placer especial en mantener largas conversaciones con su pequeñín, verdaderos monólogos si bien se mira, pero no para esas dos personas que en esos momentos se sienten ajenas al resto del mundo.

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Bebé recien nacido y los padres durmiendo juntos

Y puesto que he hablado de las tendencias instintivas quiero mencionar otra fácilmente observable. Entreguemos un niño recién nacido a cualquier mujer y ésta se lo colocará cien veces de cien sobre el brazo izquierdo apoyando la cabeza del niño sobre su pecho de ese lado. Hagamos la prueba con un hombre y éste lo cogerá indistintamente sobre su derecha o su izquierda. La mujer coloca al niño siempre encima de su corazón o del punto donde el latido cardíaco es más fácilmente audible a través del cuerpo. Y tal maniobra instintiva tiene un efecto sedante en el niño muy pequeño. Claro; esa criatura ha permanecido durante nueve meses en un habitáculo situado precisamente junto al corazón materno y oyendo constantemente su rítmico latir; para él tal sonido es equivalente a protección, a seguridad.

En algunas maternidades se han hecho distintas pruebas para comprobar si el sueño de los niños que están en los «nidos» se modifica con algún sonido ambiental. Pues bien, tras ensayar los más diversos sonidos se ha llegado a la conclusión de que los niños duermen más profunda y tranquilamente con una música suave —Mo-zart fue el ganador indiscutible de estos experimentos— y sobre todo lo demás con un sonido rítmico que simule el latido cardíaco de una persona adulta.

Todos éstos son detalles que, sin duda, la mujer, la madre, guarda en su interior inconsciente y que las demás personas suelen ignorar por completo. Pero por afectar a lo más íntimo y primario de las relaciones humanas creo que deben ser conocidos por todos.

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